miércoles, 24 de marzo de 2010

Flandes (parte segunda)

Excelsa Majestad, Rey de las Españas.

Prosigo con el relato de mis aventuras por tierra flamencas en compañía de Lope de Ordás (Dios le guarde).
Abandonamos Bruselas esa misma tarde y llegamos recién iniciada la noche en Gante. Debo reconocer que la primera impresión que me causó la ciudad no fue especialmente llamativa. Quizá la oscuridad se alió con mi cansancio y apenas me fijé en las zonas residenciales por las que caminábamos. Pensé, eso sí, que esta ciudad, como casi todas las de esa zona del continente, tenía una ingente cantidad de zonas ajardinadas que le dan un aspecto ligeramente estremecedor durante la noche. Salimos y continuamos lo que ya habíamos iniciado en Bruselas: empaparnos en la cultura del pais del mismo modo en que se empapan los lugareños, con cerveza.
La cerveza es el símbolo existencial de este país, donde en una superficie ligeramente superior a la gallega, coexisten más de 200 marcas de cerveza con más de 800 productos distintos. Para el Belga, la cerveza forma parte de la vida cotidiana más que aquí el vino, y es imposible encontrar cualquier taberna o dispensario de bebidas en el que falte una amplia carta con decenas de estos deliciosos mejunjes. Debo decir que jamás he bebido tanta cerveza en mi vida como en esas escasas 48 horas que pasé en Gante, que es, por cierto, cuna del gran Emperador Carlos I.
Al día siguiente, más descansado, pude recorrer las viejas calles de la ciudad gracias a que Lope de Ordás se había afanado en conseguirme un medio de transporte acorde a la ciudad y a los tiempos. En los países bajos hay más bicicletas que personas, y realmente se nota por las calles, donde la gente se mueve sobre dos ruedas de un modo que en cualquier otro país resultaría temerario, pero que aquí es normal. Sobre el asfalto de las calles flamencas conviven armoniosamente coches, tranvías y bicicletas, en un sistema basado en el respeto hacia el más debil.
Respecto a la ciudad en sí... ¡qué puedo decir! Gante es un lugar asombroso. Una ciudad viva y moderna pero que conserva la esencia medieval que le caracteriza, tanto en los edificios (hay una cantidad increíble de casas que llevan ahí puestas desde el siglo XV o XVI) como en el urbanismo. Y no deja de ser fascinante cómo a pesar de ser una ciudad atravesada por cantidad de canales, eso no supone ningún trastorno en la movilidad ni genera la sensación de estar en una ciudad fragmentada.
Por otro lado, al igual que mi querida Salamanca, Gantes es una ciudad netamente universitaria, y eso se nota, tanto en el carácter de la gente, como en el estilo de vida, el tipo de actividad económica... A pesar de la extrañeza que genera el caminar por una ciudad tan distinta en su aspecto, no dejaba de tener un aire vagamente familiar.
Respecto a nuestras actividades allí... para qué explayarse... bebimos cerveza hasta bien entrada la madrugada, nos despertamos directamente para comer, comimos generosamente y volvimos a pasear por aquella ciudad amable, bajo un tiempo impredecible, que tan pronto nos fustigaba con lluvia, como nos cubría bajo el manto de un sol apacible.
Podría contar muchas más aventurillas y pequeños detalles, pero dudo que sean del interés de vuestra majestad. Por lo pronto, aquí termina la crónica que mis peripecias.
Esperando que cuando la reciba se encuentre bien de salud, por la presente, se despide de Vuestra Majestad.
Vuestro Leal Súbdito.

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