domingo, 28 de febrero de 2010

La boquería

Ya sé que algunos, después de los últimos tres post, ya pensáis que esto se ha convertido en un blog temático, pero no es así. Hay que ser bastante imaginativo para sacarle partido a esto de la biología desde una perspectiva que vaya más allá de los aspectos técnicos. Así que sólo escribiré sobre ello cuando encuentre algo interesante, y no como norma. También porque supongo que de los tres o cuatro que leeis este blog, al 75% os la sudarán las bacterias y las visicitudes epistemológicas del conocimiento biológico (toma frase).
Así que voy a hablar de otra cosa.
Ayer fui al mercat de la boquería. Chachi piruli. Os juro que jamás soñé que llegaría a ver semejante cruce entre un mercado de barrio y un centro comercial... A ver cómo lo explico... Hay fruterías, sí, pero de diseño. Hay fruta, sí, pero su objetivo es más llamar la atención que venderse. En las fruterías no venden fruta. Venden productos derivados de primera mano. Me explico. Venden zumos, granizados, ensaladas de frutas, postres de frutas... En las carnicerías, apenas venden carne, sino embutido. Hay un par de bares dentro del mercado, y un par de Take away. Hay una chocolatería artesanal, puestos de frutos secos y exóticos, fruta confitada, manzanas de caramelo... Por dios, ¡si hasta las pescaderías huelen bien!
Y claro, también hay riadas de turistas. ¿Es un mercado o un centro de ocio?
Es increíble cómo se reinventan los sitios marcados por la actividad económica. Cuando me dio por levantar la vista, vi un enorme cartel que me exhortaba a hacerme la tarjeta Boquería Club, para acumular un 1% de descuento en todas mis compras en el mercado. Después de aquello me quería caer de culo.
Poco después pensé en Paris y en cómo todo el mundo dice que se ha convertido en un parque de atracciones para turistas. Y en Venecia, en donde según sus propios habitantes, vivir es un infierno debido al turismo. Y cuando miré la riada de idiotas con cámara de fotos que bajaban por la rambla, me estremecí ligeramente pensando lo poco que quizá le falte a esta ciudad para que le pase lo mismo. Hace no demasiado, lei en alguna parte el concepto de "turismo sostenible" que se resume en poner el cazo para vivir del turismo, pero sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para simplemente "vivir". Recuerdo que en The Royal Mile, en Edimburgo, una calle llena de tiendas de recuerdos, se escuchaba más castellano que inglés.
El turismo masivo da de comer a mucha gente, pero mata a las ciudades.

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