sábado, 27 de febrero de 2010

Ehrlich, el Salvarsan y el ogro capitalista

Cuando a finales del siglo XIX, empieza a quedar claro que las enfermedades infecciosas están producidas por microorganismos, médicos de todo el mundo se empiezan a preguntar cómo combatir a esos microorganismos. Algunas de las mayores aportaciones de aquellos años fueron las de Semmelweis, médico que dedicó su vida a pregonar las virtudes de lavarse las manos entre paciente y paciente; Lister, que propuso hervir el instrumentar tras cada intervención; o la de Florence Nightingale, a la que se le ocurrió la brillante idea de cambiar las sábanas de las camas entre paciente y paciente.
SIn embargo, estas medidas prevenían, pero no curaban. Para la comunidad científica resultaba evidente que cualquier compuesto que matase a las bacterias, mataría también al paciente. Bueno, era evidente para todos, excepto para un alemán llamado Paul Ehrlich, que hablaba de "la bala mágica", un compuesto que atacase selectivamente al patógeno, y no al paciente. Obviamente nadie le hizo mucho caso.
Sin embargo, él no se desanimó y durante varios años se dedicó a fabricar compuestos y a probarlos en animales infectados de sífilis (que en aquel momento mataba a bastantes miles de personas todos los años), hasta que en 1905, cuando experimentaba con el compuesto 606, comprobó que funcionaba. ¡Albricias! ¡Eureka! Se acababa de poner la primera piedra de la medicina moderna, y se acababa de descubrir el primer agente quimioterapeútico, la primera medicina.
El mundo debería haberse puesto a los pies de este hombre. Sin embargo, pronto, muy pronto, cientos de curanderos, charlatanes, chamanes, brujas y vendedores de remedios milagrosos, vieron la inminente caida de su negocio, e iniciaron una feroz campaña de desprestigio contra Ehrlich, aliándose con sectores antisemitas (era judío) y con una gran cantidad de médicos envidiosos. El resultado fue el del desprestigio más absoluto del Salvarsán, un medicamento eficaz para tratar la enfermedad en etapas tempranas, pero que tenía el inconveniente de ser un derivado del arsénico. Un fallo al administrar la dosis podía ser mortal. Podéis imaginar lo que pasó en cuanto murió el primero...
Ehrlich murió unos años más tarde, hundido y amargado, huyendo de los constantes ataques contra su persona. Sin quererlo había revolucionado la medicina, y había creado un atroz monstruo... la industria farmaceútica. Los mismos cabrones que le habían hundido, no tardaron en mezclar el Salvarsán con sus potingues y remedios milagrosos. Fue el primero y más flagrante caso en el que el dinero primó más que la salud.
Hoy en día... ¿para qué vamos a hablar de las mil y una atrocidades cometidas por la industria del medicamento? No hablemos del Dr. Patarroyo y de toda la mierda que se creó en torno a la vacuna de la malaria (poco eficaz, sí, pero de momento la mejor que hay... y cuya patente está cedida a la OMS y no en manos de una farmaceútica) o la increíble "pandemia" de gripe A que ha hecho de oro a Novartis (entre otros muchos).
Os dejo un video que, aunque tendencioso, ofrece datos reales. Juzguen ustedes mismos.

1 comentario:

  1. Muy bueno! Vas encontrando tu temática en este blog. Muy bien al añadir un vídeo tan interesante. Saludines!

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