martes, 17 de agosto de 2010

Utopía, o muerte al pop

"Nunca, cuando se trata de la vida misma que está en juego, hemos hablado tanto de civilización y de cultura. Y hay un extraño paralelismo entre este derrumbe generalizado de la vida, que es la base de la Desmoralización actual, y la preocupación de una cultura que jamás ha coincidido con la vida, y que está hecha para regimentar la vida.
     Antes de llegar a la cultura, considero que el mundo tiene hambre, y que no se preocupa por la cultura, y que artificialmente queremos llevar a la cultura pensamientos que sólo están centrados en el hambre.
     No me parece qué lo más urgente sea defender una cultura cuya existencia jamás ha salvado a un hombre de la preocupación de vivir mejor o de tener hambre, sino extraer de aquello que llamamos cultura las ideas cuya fuerza
viviente es idéntica a la fuerza del hambre.
     Sobre todo tenemos necesidad de vivir y de creer en aquello que nos hace vivir y de creer que alguna cosa que nos hace vivir... y aquello que sale del interior misterioso de nosotros mismos no debe recaer perpetuamente sobre nosotros mismos, en una preocupación groseramente digestiva."

Corría el año 1938, y Antonin Artaud, internado en un manicomio escribía estas palabras. Mientras, en el mundo de fuera, Franco formaba gobierno en España, Alemania invadía Austria ante la una Francia recelosa, pero demasiado débil como para abandonar su comodidad pequeño-burguesa y tomar cartas en el asunto. En EEUU, Action Comics, publicaba Supermán.
El arte, bajo el impulso de las vanguardias se transformaba iniciando un camino que conduciría irremediablemente a la creación, durante los años 60, de la cultura pop.

Pero antes de entrar en el pop, vaya por delante que la cultura es el cemento que une las sociedades, siendo de este modo algo que va más allá del propio arte. Es una concepción de la vida, las relaciones humanas, la economía y la política. Y el arte es el cemento con el que se construye la cultura.
Sin embargo, tras la crisis de representación de los años 20, el mundo del arte empieza a mirarse el ombligo. No hay nada en el mundo que no haya sido retratado artísticamente una y cien veces, así que de nada sirve volver la vista hacia el mundo en busca de inspiración. Y así, el artista empieza a buscar sus referencias dentro del propio arte. Se acuña la idea del arte por el arte. El arte como un fin en si mismo, sin necesidad de una conexión social. Se empieza a crear un arte para los artistas, y no para la humanidad.
Tras el final de la segunda guerra mundial y el nuevo advenimiento del capitalismo burgués, esta idea latente en el arte, toma las riendas y empieza a cimentar la cultura que hoy conocemos como "de masas", que no es otra cosa que el postmodernismo, teniendo en la (sub)cultura pop, uno de sus máximos exponentes. El arte se banaliza, y con él, la cultura, pasando de ser el pilar fundamental que da consistencia a los pueblos, a convertirse en un mero producto de consumo. Y con la banalización de la cultura, la sociedad se banaliza.
Y así estamos, 82 años después, viviendo lo que Artaud ya predijo. Una cultura egoísta, onanista, primermundista, snob, demasiado preocupada de sí misma como para preocuparse de lo que pasa a su alrededor. Y el retorno del pop como movimiento de moda hace en la actualidad que esto sea mucho más patente. Baste escuchar a cualquier cantante del tres al cuarto hablando de sus referencias. Todos mencionarán 57 grupos desconocidos, algún poeta maldito y si acaso algún cineasta. Pero nadie mira a su alrededor.
Es la crisis del arte, que vive tan peleado consigo mismo que sólo es capaz de hablar de sí mismo. El arte sólo sabe hablar de arte, así como el hambre sólo sabe hablar de hambre. Y ni el arte sabe de hambre, ni el hambre sabe de arte. Y la cultura muere. O peor aún, se adormece aborregada en su propio caldo mental, en silencio, a medio camino entre la soberbia indiferencia de unos, y el pánico febril de los otros. Porque sólo cuando la cultura entienda lo que es el hambre habrá cultura y morirá el hambre. Y el hombre dejará de ser animal, para ser, por fin, hombre.
Por ahora, en medio del silencio, sólo queda sitio para el ruido de las bombas.

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