lunes, 23 de agosto de 2010

Peñalara

Madrid poco a poco se va difuminando y mezclando con el paisaje conforme se avanza hacia el norte por la línea 8, camino de Cercedilla. Las cuatro grandes moles que constituyen el nuevo "skyline" madrileño despiden al feliz dominguero mientras este se adentra en un terreno en el que poco a poco las urbanizaciones van dejando paso a pinares y a un terreno mucho menos antrópico.
Es hora y cuarto hasta Cercedilla, prácticamente el último pueblo de la sierra madrileña antes de pasar hacia Segovia, y allí se toma el llamado "tren de la naturaleza", que formado por tres o cuatro pequeños y antiguos vagones va dibujando meandros montaña arriba, flanqueado por una densa extensión de pinares hasta llegar a Navacerrada primero, y a Cotos después, justo a a entrada del Parque Natural de Peñalara. Esta línea fue construída bajo la iniciativa de un grupo de ricachos aficionados a visitar la Sierra, que costearon la ejecución de la obra entre 1918 y 1923. Actualmente y tras varias remodelaciones, esta línea es la única de vía estrecha gestionada por RENFE, y se alimenta con corriente contínua, lo que lo convierte en una verdadera reliquia.
Tras 40 minutos montaña arriba soportando la ruidosa atmósfera generada por los jubilados y las familias felices con perrito que atestan los vagones, la naturaleza espera al visitante. Peñalara es un entorno tan estrictamente protegido que uno podría sospechar que bajo ese circo glacial tan llamativo, se oculta la mismísima área 51. Al ser un ecosistema de alta montaña, las especies que allí habitan se encuentran bastante aisladas, puesto que para moverse a otro ecosistema similar, tendrian que bajar a cotas de altitud dentro de las que no se verían favorecidas. Si a ello sumamos la cercanía de la estación de ski de Navacerrada, y los 150000 visitantes que el propio parque recibe al año, podremos entender la paranoia que hace a los responsables del parque vallar las lagunas, contratar vigilancia y sembrar la montaña de pequeños carteles advirtiendo lo que no se debe hacer. Todo sea por las "múltiples especies endémicas, raras o amenazadas" que dicen que lo pueblan, aunque el visitante jamás ve (lo que no es extraño; por algo son "raras")
Una vez allí, lo más sensato es alejarse de la zona de entrada y del centro de recepción de visitantes y subir hasta los casi 2000 metros de altura a los que se encuentra el circo glacial y la Laguna Grande, que de Grande tiene bien poco. De hecho sería más apropiado llamarla "Charca Grande", como mucho. Suponemos que se debe a que es verano y está más seca de lo normal. Esta ruta es muy sencilla y apenas tiene 2 kilómetros. Tras una parada táctica, puede merecer la pena volver atras unos metros y tomar la ruta de la Laguna de los pájaros, que nos llevará durante otros 3 kilómetros por un terreno mucho más duro, plagado de subidas y bajadas saltando entre las rocas hasta algunas de las más hermosas praderas de alta montaña que han sido observadas por estos ojos. Cuidado, porque a 2200 metros de altura, el oxígeno empieza a escasear y el sol es implacable.
De vuelta se puede parar el el club de montaña del Parque, antes de tomar de nuevo el tren y volver, volviendo poco a poco a la civilización, al ecosistema de Madrid capital, casi tan hostil, y con incluso menos oxígeno. Más duro si cabe que la alta montaña, sobre todo si vas pensando que al día siguiente es lunes...

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