lunes, 26 de abril de 2010

Transgénicos (II)

Hoy sí hablaremos de los aspectos ecológicos, donde al contrario que en el anterior escrito, sí que voy a dar la razón (en gran parte) a los ecologistas.
Voy a tratar de explicarlo de forma sencilla:
Si yo meto a una cepa de maiz un gen que le proporciona, digamos, resistencia a los insectos, y cultivo esa cepa de maiz en el campo, logicamente estoy introduciendo en el ecosistema algo que no debería estar ahí. Como es lógico, esa cepa de maiz transgénica, se verá favorecida por la selección natural y acabará desplazando a otras cepas "silvestres" (nótense las comillas) menos resistentes. Cuando apenas queden cepas de maiz sensibles al insecto, éste no tendrá qué comer y entonces pueden ocurrir tres cosas, a saber:
a) El insecto desarrollará una resistencia. Esto, de entrada, no es excesivamente dañino, pero cuidado, no debemos perder de vista los problemas cada vez más grandes que tenemos, por ejemplo con enfermedades resistentes a antibióticos. No sería deseable que pasara lo mismo.
b) El insecto se empezará a comer otra cosa. Creo que no hace falta explicar el enorme desequilibrio ecológico que esto provocaría, al alterar la cadena trófica en un punto clave como es un consumidor primario (un herbívoro)
c) El insecto se extinguiría. Esto generaría las mismas complicaciones que en el caso anterior.
Resultados indeseables en todos los casos. Ahora bien, siempre podemos idear sistemas para evitar que nuestra planta transgénica, tenga un gran impacto ambiental. En un alarde de inconsistencia científica, greenpeace, por ejemplo, propone que se decreten unas distancias mínimas entre cultivos transgénicos y lo que ellos llaman "cultivos naturales". Esto sin más es absurdo. Tarde o temprano habrá cruce o dispersión de las semillas o del polen.
La solución más efectiva, pasa por la propia biotecnología. Seguro que todos hemos oído hablar de los genes "terminator". Esencialmente son otros genes que podemos introducir en nuestra planta, y que evitan que sus semillas sean viables en la segunda generación. De este modo, aunque haya cruces, o riesgo de invasión por parte de nuestro cultivo, al final quedará en nada.
Esta brillante estrategia tiene, como cabría esperar, su lado oscuro (muy oscuro). Para empezar, quizá sea útil para plantas de temporada, pero no lo es para animales, ni por supuesto, para microorganismos (lo que es una putada, puesto que impide que se puedan usar bacterias transgénicas para procesos de descontaminación de suelos, aguas, etc., de un modo mucho más eficaz).
Pero sin duda, el aspecto más negro de los genes "Terminator" es que generan al agricultor una enorme dependencia de la multinacional de turno, a la que debe comprarle semillas todos los años. Si a esto sumamos que algunas plantas transgénicas, por sus características, inhabilitan el suelo para producir cualquier otra cosa durante varios años... pues podéis imaginar lo bonito de la jugada.
Sin embargo, de las posibles implicaciones socioeconómicas que pueda tener el uso de transgénicos, y de si realmente son una solución para el hambre en el mundo, hablaremos otro día.

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