jueves, 8 de abril de 2010

De nuevo

Aqui estamos otra vez... de nuevo en ruta, de nuevo viendo pasar las horas durante las clases insulsas y aburridas. De nuevo perdiendo el tiempo en callejones sin salida. Y a pesar de todo, esta vez lo enfoco con una mentalidad más positiva. Quizá porque ya es primavera ahí fuera (y no sólo en el Corte Inglés), quizá porque ahora sólo me esperan algo más de 15 días aquí antes de una fugaz escapada a tierras charras, quizá porque me estoy endureciendo... pero ahora me siento un poco más fuerte por aquí.
Y a pesar de ello sigue sin gustarme este lugar. Las más de 100 salidas desde la autopista que hay en los últimos 100 kilómetros me hacían reflexionar sobre la atroz vorágine de gente y lugares que se despliega por aquí. Una vez pasada Lleida, ya es imposible encontrar campo abierto, y no por la orografía, sino por la brutal acumulación de poblaciones, polígonos industriales e infraestructuras humanas que tachonan el recorrido. Y eso hace sentir a uno como si estuviera necesariamente en un lugar de paso. En la clase de lugar al que uno se va a trabajar, o a hacer algo importarte, pero no al lugar al que uno va para quedarse. No se si me explico... no es la clásica estampa que uno asocia con su jubilación. Realmente, no ya la ciudad, sino toda la provincia tiene un aire de gigantesco polígono industrial, de gran centro de negocios, de gran centro comercial. Un lugar que te impone un ritmo y un nivel de vida y consumo incompatibles con la vida tal y como la conocemos. La sensación es que aquí no se vive, sino que se está de paso.
Podéis llamarme pueblerino, podéis decir que si no tengo mundo, que si las grandes ciudades ofrecen desarrollo social, cultural... pero no me convenceréis. Quizá las grandes cosas se hagan en las grandes ciudades, pero la vida de todos los días, se hace mucho mejor en las pequeñas.
Una de las cosas que todo el mundo odia de Salamanca es que es imposible salir a la calle y no encontrarse con alguien conocido. Yo digo que si eso es un problema, bendito problema. Me parece desde luego preferible a sentirse un completo desconocido en medio de un millón de desconocidos. Claro que también entiendo que es cuestión de gustos...
Mañana más y mejor

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