lunes, 26 de julio de 2010

El monumento a la constitución

No ha mucho tiempo, existía en la noble e ilustre villa de Salamanca, un monumento a la Constitución, situado en una plaza homónima, en la que se encontraba la sede de la Junta de Castilla y León, y la sede de la Delegación del Gobierno. Podría decirse que, a pesar del atentado estético que suponía el aberrante monumento (que podéis observar), tenía un cierto valor aunque sólo sea para rendir homenaje a la más importante de las instituciones democráticas del país.

Hoy en día, sin embargo, la muy ilustre, insigne, brillante y preclara mente del señor alcalde de Salamanca, el bienaventurado Julián Lanzarote Sastre (Dios lo tenga en su Gloria, a poder ser más pronto que tarde), o quizá alguno de sus no menos brillantes concejales, ha tenido la brillante idea de convertir esta plaza en una zona de perfil "más peatonal", mucho más del gusto del actual equipo de gobierno, es decir han decidido transformar la plaza en una de esas arquitecturas urbanas de espacios abiertos tan de moda en el norte de Europa, dónde si saben lo que es el sol, es por los libros. El resultado es un nuevo desierto de piedra y asfalto en medio de la ciudad con tres ridículos cipreses que dan una gris nota de color a un conjunto insufrible, pretenciosamente cool y moderno, con leds azules a ras de suelo.
Sin embargo esto no es lo más estúpido del tema. Qué va. Tratándose de Lanzarote & Co. no podía quedarse ahí la cosa. Ellos valen para mucho más que eso. Inventiva, imaginación y ganas de tocar las pelotas no les faltan. Lo verdaderamente chachi del asunto ha sido el reemplazo del monumento a la Constitución, que llevaba ahí puesto 20 años, por otro mucho, pero mucho más importante, serio y del gusto de los Salmantinos: Un monumento a la alcantarilla.
No es coña. Hablo totalmente en serio, como podéis ver en la foto superior donde un par de políticos del PP miran con el merecido interés algo que al parecer, ellos consideran tan importante para la democracia como la Constitución. Supongo que estarán recordando por cual de esos sumideros se ha ido el millón y medio de euros que ha costado la remodelación de la plaza, que por lo visto no ha dado ni para soterrar contenedores ni para reparar bolardos que tenían desperfectos, ni por supuesto, para poner un par de buenos árboles que den sombra a los bancos haciendo que estos sirvan para algo más que para adornar. Ahora, eso sí, ha dado de sobra para poner uno de esos mini-estanques estilo japonés, de dos dedos de profundidad, que permiten a uno reflexionar sobre lo efímero de la vida viendo lo poco que tarda en pudrirse el agua en ellos.

Recapitulando: ¿Qué hay ahora en la Plaza de la Constitución de Salamanca? Alcantarillas, un estanque podrido y tres cipreses bajo un sol de justicia. Un conjunto insospechadamente amable y acogedor como sin duda podéis imaginar.

A veces realmente me sorprende la acidez con la que nuestros políticos ponen de relieve de un modo tan certero en qué consiste la democracia. Así cada vez que uno vaya a hacer una gestión a la Junta, por ejemplo, pasará delante de un monumento que le recordará de forma precisa de qué va el asunto y a qué va a enfrentarse en unos minutos allí dentro.

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