Llegó el año nuevo y las terribles catástrofes del fin de los tiempos parecen reducirse, una vez más a unas poco amenazantes nubes oscuras sobre el cielo de mi casa. Una vez más, las predicciones han vuelto a fallar. ¿A fallar? No, por supuesto que no. Si el mundo no se ha acabado todavía se debe a un "error de cálculo" por supuesto, no vamos a dejar que las evidencias y la tozuda realidad nos agüen la fiesta. La nueva fecha es el 21 de Diciembre de 2012. Y por si acaso esta también falla, ya hay notables profetas trabajando para que sea en algún momento de 2018.
Y es que si hay algo que caracteriza a los numerosos prohombres que a lo largo de la historia se han dedicado al maravilloso menester de acojonar a sus congéneres, es el optimismo patológico que profesan. "Hoy no se ha acabado el mundo, pero tranquilos, que ya si eso mañana..." Veamos algunos de los mejores fiascos de la historia.
Ya en el año 33, Mateo, un poco picado porque su líder había muerto dijo que se fueran preparando para su segunda venida. Pero por lo pronto parece que Jesús se lo toma con calma.
Muchos falsos profetas por medio y llega el año 1000. Por alguna razón los números redondos vuelven un poco loca a la gente y tienden a llenar los bolsillos de los menos tontos. Aunque no hay muchos datos, se debió liar parda, con la gente liada a hacer buenas acciones para ganarse el cielo y tal. Parece que hasta que pararon alguna guerras y todo, porque iba a ser muy violento eso de que bajara el Padre de los cielos y uno estuviera ahí, con la espada chorreando...
No pasó nada, pero no nos desanimemos, es 1524 y el respetado astrónomo alemán Johannes Stoeffer, predijo que la alineación de los planetas bajo el signo de Piscis causaría un cataclismo el 20 de septiembre. Con esta aparentemente sencilla predicción, Stoeffer inauguró la prolífica colaboración entre el fanatismo religioso y la pseudociencia, que tan estupendos resultados ha dado a lo largo de la historia. Por lo visto, el mecanismo del fin del mundo iba a ser una inundación, de modo que algunos ricos decidieron construirse sus propias arcas, al estilo retro de Noé. Quiso la suerte que el 19 hubiera una gran tormenta, que desató el pánico, y provocó asaltos a los barcos, lo que causó un divertido número de muertos en un remedo bastante creíble del apocalipsis. Por desgracia, el día 21 al estúpido sol le dio por volver a salir estropeando una bonita teoría.
Sigamos, 2 años después, un campesino alemán, Munzter, aseguró que Dios se le había aparecido para anunciar el apocalipsis. Lió a bastante gente en la comarca y la cosa acabó con enfrentamientos con el ejército. Una vez las tropas hubieron sitiado la aldea y amenazaron con cañonearla, Munzter aseguró que Jesús le había dicho que él mismo podría parar las balas de los cañones con su pecho. Todo el mundo coincidió en que habían sido unas bonitas últimas palabras.
1736, William Whiston, catedrático de Cambridge y amigo de Newton, descubrió que el cometa Halley (aunque él no sabía que era el cometa Halley) chocaría en menos de tres días con la tierra. Cuando unas horas después se vio la cola del cometa, Londres cayó presa del pánico. Por fortuna, los responsables de la Iglesia, que no estaban dispuestos a ceder a la ciencia el control del miedo, rechazaron la teoría como falaz. Y por una vez aceptaron. Sin embargo, la larga sombra de Whiston (que abandonó la cátedra tras el escándalo) afecto al bueno de Sir Isaac, que en algunas de las cartas que escribió en su vejez sugiere la posibilidad de que el mundo termine, digamos 53 años más tarde.
Pero tranquilos, ninguno de estos fracasos va a desanimar a la humanidad. Llega el siglo XIX y empieza el mambo en los EEUU, con fundación de múltiples sectas (como por ejemplo los adventistas) cuya única filosofía y deseo es que llegue de una puñetera vez el apocalipsis. Estas sectas acumulan "errores de cálculo" cada aproximadamente 20 años (mi teoría es que ese es el tiempo que tarda en haber un relevo generacional, y que entre gente con "ideas nuevas" acerca de cuándo y como debe acabar el mundo). El siglo muere y nos deja cosas tan curiosas como una virgen con un embarazo psicológico o una gallina que ponía huevos con mensajes sobre el fin.
Y llega el XX y Charles Russell funda los Testigos de Jehová, sin duda la secta con más ganas de que se acaba el mundo, pues en los últimos 100 años han predicho su fin como 8 veces. Russell predijo el fin sucesivamente en 1884, en 1914 (y se alegró mucho cuando empezó la primera guerra mundial), en 1918 y en 1925. Finalmente, como debía estar cansado de que los otros niños se rieran de él en el cole, dijo que sería en 2914. Sin embargo, sus seguidores, aunque respetan al líder, decidieron reinterpretarlo y predijeron que cuando el maestro había dicho 2914, en realidad quiso decir 1975. Tras el nuevo fallo, prometieron no volver a predecir el fin del mundo, pero en 1994, no pudieron aguantarse más las ganar y volvieron a hacerlo. Según mis cálculos en no más de 10 años nos volverán a deleitar con otra maravillosa predicción.
En 1988 un tal Edgar C. Wisenant, publicó un libro titulado "88 razones por las que el rapto llegará en 1988" (según mis averiguaciones el rapto es la segunda venida de cristo o algo así). Vendió millones de copias en EEUU. No sucedió nada, pero... ¿iba a dejar que la realidad le jodiera un estupendo negocio editorial? ¡No! Al Año siguiente publicó "89 razones por las que el rapto llegará en 1989" Por fortuna esta vez sólo vendió miles de copias.
Y en 1998, Marilyn Agee publicó un libro que aseguraba que esta vez sí que sí, el fin del mundo sería el 31 de Mayo de ese año. Como el sol se empeñó en salir, publicó una corrección que aseguraba que sería el 7 de Junio... luego el 14... luego el 21... y así le dio tiempo a proponer hasta 10 fechas más, antes de que hasta los más gilipollas se dieran cuenta de que, una vez más el mundo no se acabaría.
Y llegamos al 2000 y al punto álgido de las teorías apocalípticas. ¡El efecto 2000! Un problema informático que amenazaba con hacer implosionar el mundo. ¡Y lo mejor de todo...! ¡Llevaba el sello de Microsoft! Por supuesto, dados los antecedentes, todo el mundo entendió como plausible que la compañía californiana pudiera haber sido tan inútil como para provocar el apocalipsis. Sin embargo, todo se reveló como una extraordinaria estrategia comercial que llenó los bolsillos de Bill Gates y no produjo absolutamente ningún problema.
Y eso es todo. De momento. Pero tranquilos, tenemos miles de años para predecir el fin de los tiempos de un millón de imaginativas formas. Hasta entonces.
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